jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 1. Part II

Caía la noche. Se acercaba el momento de arreglarnos y parecer más dulces e inocentes de lo que somos.
Madre estaba nerviosa y no hacía más que repasarlo todo: el brillo de las copas, la rigidez de la mesa de roble, que la alfombra de la bisabuela esté sin ninguna mancha, que mi vestido caiga suavemente, incluso examinaba mi sonrisa y mi mirada:
-" Como se nota de quién eres hija. "- me dijo en tono despectivo - "No hay forma de quitarte esa mirada penetrante y acusadora."
- " Yo no acuso a nadie Madre, sólo es que todo este circo me parece ridículo. " - le respondí, evitando mirarla.
- " ¿Ridículo?, ¿ Sabes lo que cuesta mantenernos ? "- por cada palabra daba un tirón con el peine a mi cabello y sentía la pesadez de sus palabras - " Desde que tu padre murió, sólo nos ha dejado quehaceres y dolores de cabeza."
Sabía que me estaba mirando por el reflejo del tocador, sentía su mirada inyectando ira y venganza en mi pecho.
Me sentí forzada a responderle, era como si me insultasen a mí, había algo que me movía a colocar su memoria en donde merece:
- " Padre fue un gran hombre, nos dio todo lo que tenía y murió como un héroe. "
Permanecimos en silencio un rato. Nuestras respiraciones luchaban por una bocanada de aire, pero solo sentíamos angustia.
- " Como un cobarde " - dijo finalmente - " no tuvo corazón, nos dejó solas, sin nadie que nos cuide. Quien me diría a mí que acabaría contando el dinero cada mes para que no pasemos hambre, ni nos clasifiquen de plebeyos"
Supe que no debía seguir discutiendo, era inútil. En las pupilas de mi madre ya no había una joven enamorada, sólo una mujer cansada, con excusas y sin fuerza.
De repente apareció un brillo en sus ojos:
- " Prepárate bien, no tenemos muchas oportunidades y cada momento, como esta noche, es decisivo. "
Me sonrió falsamente y se fue con la mirada perdida en algún agujero profundo de su mente.
Me recogí el moño y me pellizqué las mejillas, aunque después de la acalorada discusión, no me hacía mucha falta.
Y así pues, en el espejo se pintaba unas mejillas sonrosadas, ruborizadas diría mi madre; labios cereza, que reflejaban la madurez y la inocencia a su vez, por no haber sido besados nunca; ojos verde oliva que emanaban una fuerza que me permitía conseguir que muchos caballeros y damas apartasen la vista; pelo castaño suave y sedoso, cuidado con sus cien movimientos de cepillo; y piel pálida, de una vida hogareña. No tenía más que ofrecerles a la familia Frockley, pero para el resto de la mía sí que tenía algo: el resto de mi vida y nuestro linaje.
Estaban dispuestas a lo que sea por casarse, incluso Annie, que a sus dieciséis años, estaba casi lista para su presentación en sociedad y que por supuesto, Madre iba a aprovechar esa noche como excusa para ello. Todas ellas estaban preparándose, todas menos yo.
Reconozco que soy una mujer poco común. Me gusta pederme en libros, ver mapas de lugares lejanos, deleitarme con mis flores, hablar de política, de ciencia e incluso en determinados momentos, hasta pinto secretamente.  Sé que mi verdadero Yo estaba guardado y que no era momento de que saliese, hasta que la vida me dejase caer en el camino que abriese mi alma e inundase mi ser, lleno de sabiduría y experiencia, formándome como persona, como quien grito ser: Diana Livingstone.


lunes, 23 de enero de 2012

Novela. "Como si mirase a través del espejo."

Este es el principio de la novela que estoy escribiendo. Iré subiendo más gradualmente. Espero que os guste. 

Capítulo 1.

Día 8 de Noviembre, 1810. En los campos de Londres.

Empieza a congelarse el aire, noto que el manto del invierno se está asentando. La cocina emana un calor familiar, el olor a dulces llega hasta los pisos de arriba. Hoy mi madre y las criadas están haciendo una tarta de manzana. Mis hermanas se reúnen con ellas para cotillear y preparar la masa. Yo prefiero refugiarme en las lecturas y las cartas que me envía mi amiga Alice. Ella es una persona que mira la vida de forma distinta y últimamente me envía unos relatos muy extraños de un mundo que parece fantástico. Sus cartas escritas con pluma me llevan a viajes que me permiten escapar de esta casa.

La ventana de mi habitación da al jardín trasero, allí planto flores silvestres, moradas y azules, decoro el mundo con colores suaves y aromas embriagadores. Las vistas son agradables pero el cristal de la ventana que nos separa la siento tan gruesa, que me impide incluso respirar.

Cojo del armario mi vestido blanco y mi abrigo. El vestido, de corte debajo del pecho y caído hasta tapar los tobillos, dejaban una silueta limpia y pura. Me recojo el pelo y me retoco en el tocador viejo de mi abuela. Es un tocador simple pero que para mí es un tesoro. Blanca madera que ha visto a generaciones de mujeres bellísimas prepararse para darle un toque de dulzura a la vida.

Bajo las escaleras con cuidado, no quiero levantar sospechas de mi pequeña huida.
Recorro el largo pasillo entre las escaleras del bajo piso hasta las puertas del jardín trasero mientras reviso las habitaciones recargadas de mobiliario inútil y extravagante.
Por fin salí al exterior. El aire que congela la cara, me calienta el alma. La fina luz del sol se oculta tras un cielo nublado, aun así siento que me ilumina más que de costumbre.

Piso el césped de rocío y me acerco a mis queridas flores.
 <<Estáis a salvo...>> - pensé.
Eran preciosas, con esas gotas de brillantes diamantes de lágrimas de cielo parecían pequeñas princesas. Todas ellas me devolvieron la sonrisa. El aroma a jazmín me envolvía, deseaba tocar el aire y besar el cielo. Seres que me crean emociones así solo merecen ser alabados.

- “Diana, Madre dice que vengas y nos ayudes. No tardes” – dijo Annie.
Me levanté de mi adicto sueño y fui detrás de mi hermana.
Pese a ser más pequeña que yo, he de reconocer que tiene un carácter muy fuerte.
Entramos en la cocina y vi a todas muy energéticas. Madre, con una sonrisa que parecía pintada por un niño pequeño que no interpreta bien las emociones, me indicó que cogiera varias bandejas y las llevase al salón donde hacemos celebraciones.

-“Pero antes quítate ese abrigo horroroso y viejo. Luego prepárate para la visita de la familia Frockley. ¡Hoy será un gran día, un gran día!”- dijo Madre con un gran entusiasmo.

-“¡Madre no sabe que nerviosa estoy!, puede que por fin consigamos alguna de nosotras la gran titulación que nos merecemos en esta familia. Es más, diría que puede que más de una consigamos un estatus digno de nuestro apellido hoy.”- comentó Roxane, mirando con una gran sonrisa de conspiración a toda la sala, menos a mí, que me lanzó una mirada de desprecio. Ella sabe que no me gusta este tipo de mercado que se crea en la sociedad, y espera que no rompa el encantamiento esa tarde con algún comentario inoportuno, prácticamente prefería que no hablara, taparme la boca pero no la conciencia.

-“No te preocupes Roxane, tengo un gran repertorio de temas muy interesantes con los que discutir con el Sr. Pitt” – dije en respuesta a su ataque visual.
He de decir que el Sr. Pitt es uno de los hijos de Frockley, de los pocos que gustosamente me responde o incluso se interesa en entablar una conversación digna de mi atención.

-“ Espero que te comportes como una dama y no manches nuestro nombre, sonríe y no hables querida. Aprende de tus hermanas y puede que no tenga que llevarte a ese convento del que tanto me hablan y aconsejan mis hermanas .“ – Madre hablaba en serio. Se notaba por cómo sonreía, como si se le desencajase la mandíbula, y cómo apoyaba con un fuerte ruido seco los platos de porcelana y la enorme tarta.

Decidí no aguantar más a esas gallinitas en busca de granos de maíz y subí de nuevo a mi habitación.
Me senté en la silla. Cogí papel y tinta ya que decidí distraerme mandándole una carta a mi querida Alice.

 Mi gran amiga Alice:

 Como cada mañana en la que la suerte me levanta con una llamada y una carta a tu nombre, te leí en el día de hoy. Siempre espero ansiosa tu carta de cada semana pero estos últimos 15 días aún más. Me hablas de un mundo impresionante. Tus relatos me envuelven y me invitan, como si fuera un extraño en capa que tapa su rostro para no ser visto, igual que los comerciantes de las dunas de Egipto, a hacer un viaje a sitios inimaginables. Realmente me tienes inquieta y espero que continúes relatándome la historia de esa apasionante aventura que viviste. Al mismo tiempo, te he de confesar querida mía, que te envidio. Espero algún día recorrer con mis pies las mismas tierras en las que florece tanta magia como para convertir tu mundo en la locura misma. Debe de ser sobrecogedor que todo aquello que conoces y sabes se deshaga y transforme en otro distinto. Las reglas, las normas, la sociedad, la emoción, el sentimiento.. todo ello eliminado o transformado, o quizás no controlado. Ansío la respuesta y la continuación de tu relato.

 Te tiene en gran estima, siempre. Diana Livingstone.